Quítame la mascarilla despacio que tengo prisa

Adapto el título de este artículo a ese conocido refrán, vísteme despacio que tengo prisa. Y es que ya ha quedado demostrado que en estos dos años que llevamos vividos en permanente pandemia, si algo no ha funcionado es la precipitación. Todos queremos que esto acabe ya de una vez, pero debemos poner mucha cabeza en ello. Nosotros los ciudadanos, pero sobre todo nuestras administraciones sanitarias.

Reconozco que me aburre ya hablar de la COVID y de hecho me había propuesto no volver a escribir más del tema, pero está claro que la actualidad es la que manda y desde la Opinión de Cuenca no podemos darle la espalda. Y esta semana, en concreto el pasado día 20 de abril tras un proceso que nos ha llevado estos meses y por las medidas que se han tomado a la gripalización del virus, comenzamos a eliminar la mascarilla en interiores.

De inicio una excelente noticia, no lo podemos negar, pero una cuestión sin duda controvertida. Nos encontramos ante la tesitura de ser valientes y dar un nuevo paso hacía la normalidad, sobre todo con la bajada en la presión asistencial y el alto grado de inmunización que tenemos, o más precavidos y esperar a que la incidencia descienda a cotas más bajas nos acerquemos más al verano y esperemos a ver cómo afectan estas primeras vacaciones más normalizadas que hemos vivido estos últimos días. Me quedo con el aspecto más conservador y haber esperado al menos dos semanas más. Bajo mi punto de vista la retirada de la mascarilla este miércoles 20 de abril es una decisión algo precipitada, especialmente y como he dicho por las fechas en las que estamos.

Acabamos de terminar la semana santa, periodo en el que la gran mayoría hemos relajado las medidas, hemos viajado y vuelto a compartir momentos familiares y con amigos que todos añorábamos. Pero eso hace inevitable que volvamos a vivir una nueva ola. Lo lógico hubiese sido esperar al menos dos semanas para ver el comportamiento que va a tener el virus tras la movilidad de estas fechas, el impacto en hospitales, pero sobre todo que consecuencias va a tener en un momento en el que no existe salvo excepciones aislamiento de casos ni cuarentena de contactos. Solo quince días más tras los casi setecientos que ya llevamos acumulados.

Pero puesta la medida en el BOE seamos positivos, y comencemos a entender que la luz al final del túnel pandémico cada día es más fuerte. Además, nadie nos obliga a prescindir de la mascarilla en ningún lugar sino a no tener obligación de usarla. Es un buen momento para que la población demostremos todo lo que hemos aprendido este tiempo, y hagamos un uso racional de la misma.

Esta medida cuenta con una serie de excepciones que son:

-Trabajadores y visitantes de centros sanitarios como hospitales, centros de salud y farmacias

-Empleados y visitantes de los centros socio sanitarios. No aquellas personas que residan en ellos de forma permanente.

-Trabajadores y usuarios de transporte público sean del tipo que sean: aéreo, ferrocarril o terrestre.

-Determinados ambientes laborales en los que lo fije el servicio de prevención de riesgos laborales.

En mi opinión, tanto en centros sanitarios como en farmacias, se debería mantener el uso de mascarilla no solo ahora, sino especialmente en épocas del año con alta incidencia vírica, como por ejemplo durante la temporada de gripe. La prevención es unos de los elementos fundamentales para mantener una buena salud de la población.

Para terminar un apunte de algo que me ha llamado mucho la atención por ser contrapuesto a esa felicidad que se supone por esta medida. Ayer en las noticias oí hablar del síndrome de la cara vacía. Hay personas a las que les causa ansiedad quitarse el tapabocas como dicen por tierras americanas. Para muchos ha sido un elemento protector de miedos e inseguridades incluyendo en estas últimas el miedo a contagiarse, así como barrera visual de determinados aspectos físicos como acné o vello facial. Perdamos el miedo y los complejos, volvamos a emocionarnos a vivir y a mostrar nuestra mejor sonrisa. No olvidemos que, y cerramos como empezamos con otro refrán, la cara es el espejo del alma.

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