Hace tan solo unos días que regresé de Ucrania y la amalgama de emociones que se agolpa en mis pensamientos me llevan a escribir este artículo que resume de forma muy breve esta intervención de ayuda humanitaria en el marco del proyecto Clúster SOS Ucrania del que forma parte Farmacéuticos Sin Fronteras. Como dice mi compañera en este viaje Leticia San Martín, días después de volver aún es muy difícil encajar el puzle emocional que hemos vivido.
Casi veinticuatro horas de viaje, muchas de aeropuerto y de avión hasta Cracovia y casi cinco por tierra hasta la frontera nos pusieron a las 7 de la mañana del 27 de abril en la frontera de Polonia con Ucrania.
He de reconocer que impresiona atravesar la que es hoy una de las fronteras más complejas que hay a nivel mundial. Lo primero que te encuentras es un pequeño campo de refugiados anexo a la frontera en el que, gracias a la cooperación de distintos organismos oficiales y ONG, la gente puede comer y dormir con un mínimo de condiciones. Bueno, yo diría que ni llega al mínimo. Me llama la atención ver el proyecto de nuestro compatriota el cocinero José Andrés, con una gran carpa desde la que alimenta de forma diaria a los refugiados que allí se encuentran. Pero más una madre y un niño que acuden a lo que por la hora supongo es el desayuno, ajenos al grupo de personas que con chalecos fluorescentes y una bandera de España a la espalda pasan por su lado. Los niños en un campo de refugiados es de las imágenes que más me han impresionado siempre.
El equipo humano, ese de los chalecos, salimos de Polonia con relativa facilidad, no así el material como veremos después. Pero la entrada en Ucrania es otro cantar. Tras veinte minutos de espera nos recibe un general del ejército ucraniano de aspecto serio que aparece con tres personas heridas. Comienza la Operación Esperanza 2.
Llevamos una misión clara. La entrega de una ambulancia, un cargamento de material sanitario y de cura, equipos de hospital, dos vehículos todo terreno, la evacuación de tres heridos de guerra y conocer de primera mano cómo se está distribuyendo la ayuda humanitaria enviada tanto por Farmacéuticos Sin Fronteras, con la colaboración de industria, colegios de farmacéuticos, farmacéuticos a nivel particular y pacientes, como por el resto de entidades que conforman el Clúster SOS Ucrania. Es la cuarta acción que realizamos en este proyecto sanitario, de carácter multidisciplinar que está poniendo en valor más que nunca la importancia de la colaboración de distintos perfiles de sanitarios en un proyecto humanitario como este. Ahora que tanto hablamos de los ODS, la alianza por el desarrollo, el número 17, es uno de los que más nos aplica a las ONG y uno de los más importantes en una situación de emergencia como esta. Personas del sector farmacéutico, médico, de enfermería, así como logistas, la mayoría de ellos de forma voluntaria trabajan de forma coordinada para canalizar toda la ayuda que llega a nuestras manos. Y dentro de los logístas, muchas profesiones, entre ellas me llama la atención la del árbitro de futbol Eduardo Prieto, uno de los conductores de los vehículos que entregamos y que hicieron el trayecto Pamplona Lviv-cuatro días de viaje-.junto con otras cinco personas, a cuatro de los cuales relevamos en Cracovia.
Llegamos al punto de entrega, ubicado según las condiciones de la guerra (invasión) permiten. En primer lugar, se realiza la evacuación de los heridos que viajarán para ser atendidos a España, junto a tres personas del equipo.
El resto entramos a Ucrania para realizar las entregas previstas en la misión. Nos citan en un punto a unos diez kilómetros de la frontera donde conocemos a Davyd, Irina y Lilian-nombres ficticios por seguridad-. Personas del mando cívico militar que colaboran para hacer llegar la ayuda humanitaria al frente. Personas que aparentemente llevan una vida normal y que fuera de su actividad diaria, se militarizan para hacer llegar la ayuda humanitaria a primera línea de guerra. Llegamos un primer grupo a la espera de la entrada de la ayuda material, que llegará unas dos horas después tras muchas dificultades de paso en la frontera polaca.
De ahí salimos a Lviv a donde llegamos dos horas después y donde en la plaza Rynok, con cierta discreción formalizamos la entrega de todo el cargamento. Allí nos espera entre otros la hermana de Nadia. Esta última forma parte del contingente. Ambas miembros de la asociación Alas de Ucrania, nuestra contraparte allí. Son dos caras de una misma moneda, una sufriendo la invasión y colaborando desde el terreno y otra colaborando desde España. Una moneda que lleva acuñado el sufrimiento de ver como de forma injusta invaden tu país. Me cuesta ver el momento en el que se despiden.
Cayendo la tarde, y por órdenes estrictas del ejército ucraniano, volvemos camino de la frontera en donde nos despedimos de los que por un día, han sido nuestros mejores aliados-y sin duda lo seguirán siendo-.Davyd, Irina, Lilian y el general del ejército que nos recibió en la mañana. No me voy a olvidar de esa mirada, mezcla de agradecimiento y esperanza. Mezcla de tristeza y dolor. Nos despedimos con la promesa de este que escribe y el resto de miembros del grupo de que lucharemos con nuestras mejores armas. Enviar cuanta ayuda nos sea posible.
Salimos por la frontera a las nueve de la noche, comprobando con tristeza la cola de gente esperanzada con salir en busca de un mundo mejor, pero a la vez con la satisfacción de haber cumplido lo que llevábamos encomendado. Y habiendo comprobado de primera mano la utilidad de la ayuda que desde países como España, estamos enviando.
Termino el artículo apuntando algo que nos resultó curioso durante las horas que estuvimos en Lviv. La aparente normalidad en la forma de actuar de sus habitantes, aún conscientes de que, en cualquier momento, como cinco días antes, podían ser víctimas del ataque de las tropas rusas o en el mejor de los casos, ser confinados en los diferentes refugios que tiene la ciudad tras el sonido de las alarmas antiaéreas.
Preguntado a un grupo de habitantes sobre esta normalidad, pude entender en una de las frases que nos dijeron en inglés “es nuestra forma de resistir”.